Para el acercamiento a la naturaleza era obvia la necesidad de utilización de un material natural.
Además, las grandes propiedades mecánicas de la madera, en relación a su peso, facilitaron la resolución de una estructura técnicamente atrevida.
Se trata de un observatorio de aves en el Ebro, de cuyo proyecto es autor el arquitecto D Manuel Fonseca Gallegos, con la ingeniería de D José Ramón Negueruela.
Posee una forma singular, con sección en trapecio, pero resuelta de manera que ninguna de las tres “caras” (superior y laterales) es realmente un plano, sino que se encuentran alabeadas, como se puede observar en las fotos, siendo además las secciones de menor altura según va adentrándose uno en el observatorio. Todo esto ha generado la necesidad de diseñar todos los nudos de unión de manera diferente, no coincidiendo ninguno de las posiciones relativas entre las distintas piezas que lo conforman, ni su ángulo de ataque.
La estructura vuela once metros sobre el río, teniendo una compensación de cuatro metros. Está anclada a la cimentación, resuelta por medio de micropilotes, a través de apoyos articulados.
Está envuelta por un “vendaje” de madera, simulando ser un nido de algún quimérico animal. De esta manera queda integrada en el entorno a la par que permite el acercamiento de los usuarios de manera semioculta, pudiendo ver sin ser vistos.
Fue ensamblada a pie de su emplazamiento, siendo puesta después en su ubicación definitiva mediante el empleo de una grúa autoportante de gran tonelaje.
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